La Unión Europea ha presentado el Paquete de Simplificación Ómnibus I, una iniciativa que busca equilibrar los ambiciosos objetivos del Pacto Verde Europeo con la necesidad de reducir cargas administrativas para las empresas. Paralelamente, herramientas como los Sistemas de Información Geográfica (SIG) emergen como aliados estratégicos para cumplir con estas normativas, aunque su adopción en España sigue siendo desigual.
Introducción
En los próximos años, la empresa europea y, por ende, la española, se encuentra ante un desafío de grandes dimensiones: la divulgación de sus actuaciones en materia de sostenibilidad. Todos los estándares creados hasta ahora (TCFD, TNFD), así como la legislación europea de obligado cumplimiento a partir de este año 2025 (CSRD) requieren disponer, como mínimo, de las ubicaciones geográficas de las operaciones directas para poder relacionarlas con los ecosistemas, a los que impactan y de los que dependen. A corto-medio plazo, se obligará a las corporaciones a obtener dicha información también de su cadena de valor tanto en sentido ascendente como descendente.
Existe un tipo de aplicación que fue diseñada precisamente para gestionar ese tipo de datos tan complejos: los Sistemas de Información Geográfica (SIG). Desgraciadamente, a pesar del tiempo que llevan entre nosotros, muchas compañías lo desconocen prácticamente todo sobre ellos, especialmente en lo referente a los beneficios que les podrían aportar, teniendo en cuenta lo que se avecina.
Hitos en la historia de los SIG en España
- Situémonos en los años 90. Los Sistemas de Información Geográfica son rarezas gestionadas por muy pocos especialistas. En las poquísimas empresas que trabajan con cartografía digital dominan los sistemas CAD, casi ninguna ha oído hablar de un SIG y aún menos han probado alguno. Por otro lado, aparte de una falta de información generalizada, apenas hay equipos lo suficientemente potentes como para ejecutarlos y su uso queda limitado a organismos públicos y de investigación, que son los que tienen presupuesto para mantener las costosas licencias y las estaciones de trabajo Unix en las que se ejecutan. Los datos de carácter público son prácticamente inexistentes.
- A partir del año 2000 se vive la gran explosión de la información geográfica. Es el momento en que todos los organismos públicos que gestionan cartografía en formato papel se van pasando paulatinamente al formato digital. También aparecen las primeras aplicaciones de tipo globo 3D con superposición de imágenes de satélite de forma gratuita (no, la primera no fue Google, fue Keyhole en 2001. De ahí viene la “K” de los ficheros KML), por lo que la componente geográfica de la información queda accesible de forma fácil para todo el mundo. El mundo SIG ya no será nunca como antes.
- A finales de la década de 2010, el aumento evidente de la potencia de los equipos personales, unido a su bajo precio, hace que disponer de una aplicación SIG en la empresa sea una cuestión que depende exclusivamente de la voluntad de la Dirección. Aprovechando la mejora y expansión acelerada de las telecomunicaciones por fibra óptica, también se populariza el acceso a datos cartográficos de los organismos y empresas mediante visores web. Esta expansión ha seguido sin interrupción hasta la actualidad, ahora con más preponderancia de las aplicaciones SIG para dispositivos móviles, que han seguido los mismos pasos de sus colegas de sobremesa, y de los SIG gratuitos de código abierto, cuya funcionalidad se acerca cada vez más a los de pago.
Situación actual de los Sistemas de Información Geográfica
A pesar de los avances vertiginosos que se han sucedido en España en los últimos años en todo lo tocante a la tecnología, la situación actual de los SIG en las empresas parece cuando menos desconcertante, al estar marcada por una desigualdad palpable en todos los niveles, desde multinacionales a pymes.
Por un lado, existen empresas que disponen de sistemas SIG corporativos perfectamente integrados con multitud de datos geográficos de creación propia o ajena almacenados en repositorios, gestionados por equipos de profesionales contrastados y a los que sacan un gran partido en temas como sostenibilidad, asignación de recursos, ubicación óptima de instalaciones, etc. Sin embargo, otras compañías cuyo tamaño e importancia pueden hacer suponer que disponen de un SIG corporativo ya consolidado desde hace tiempo, sorprendentemente no lo tienen. En otros casos aún más graves faltan hasta los datos de ubicación geográfica de sus activos, lo que hace imposible su explotación en beneficio de los procesos productivos de negocio.
¿Por qué cuesta tanto la implantación de un SIG?
De forma recurrente, los responsables de negocio de las empresas han planteado las preguntas siguientes a aquellos que ponderaban las bondades de los SIG:
¿Cuánto me va a costar?
¿Para qué va a servir?
¿No me vale con lo que ya tengo?
Costes. Con la llegada de las aplicaciones SIG gratuitas, sumada a la gran cantidad de información de libre acceso disponible en páginas web de todo el mundo, el coste inicial se ha reducido prácticamente al de los equipos informáticos necesarios para su ejecución.
También es necesario aclarar que las inversiones en SIG son siempre a largo plazo, y que es muy posible tener déficit en los primeros años de implantación, sobre todo debido a la necesidad inicial de organizar la información, pero el beneficio potencial es constante a lo largo de su vida útil, que puede ser muy extensa.
En lo referente al personal cualificado, es cierto que se necesita una cierta formación de base para gestionar un SIG, pero prácticamente todas las licenciaturas relacionadas con el medio ambiente incluyen ya asignaturas especializadas, sin contar la multitud de másteres impartidos por diversas organizaciones, escuelas y universidades. Otra cuestión muy diferente es encontrar profesionales realmente experimentados en proyectos reales, lo que suele suponer un desembolso considerable en materia salarial. Sin embargo, la falta de este tipo de trabajadores puede suponer una pérdida económica mayor. En efecto, si la empresa ha realizado una fuerte inversión en SIG, pero no se dispone del conocimiento necesario para explotarlo económicamente, de forma habitual se acaba por abandonar el sistema definitivamente al no haber un retorno tangible de dicha inversión.
Utilidad. Aquí entra en escena el desconocimiento de los altos ejecutivos de las empresas acerca de los beneficios que un SIG correctamente organizado puede aportar a los procesos de negocio y, consecuentemente, a la cuenta de resultados. En estos casos, es una labor de la propia empresa difundir internamente los beneficios que pueden aportar los SIG a múltiples áreas, pero es necesario hacerlo en términos económicos, no técnicos, para conseguir que el mensaje cale en esos altos ejecutivos.
Resistencia al cambio. En muchas organizaciones el problema principal es la inercia empresarial, que hace que se sigan flujos de trabajo anticuados, con aplicaciones software todavía más anticuadas. Estas últimas suelen ser muy rígidas, estar diseñadas a medida, siendo en su mayor parte producto de una obligada y fortísima inversión en una digitalización acelerada de los procesos de negocio para hacer frente a la competencia. De forma evidente, cualquier cambio en el flujo de trabajo de estas empresas hacia otro más moderno y flexible, aunque sea mínimo, equivale a una paralización, siquiera temporal, de la producción. Y eso no gusta en términos económicos.
La respuesta a la pregunta sobre si aún vale lo que ya se tiene, depende de adonde se quiera llegar. En ciertos casos, los procesos de negocio de las empresas funcionan razonablemente bien sin un SIG y cualquier cambio supondría un perjuicio económico probablemente inasumible. Ese tipo de empresas seguirán por el mismo camino hasta que sean obligadas a cambiar por la competencia. En otros casos, la información sobre las capacidades de los SIG circulará por la organización, y será cuestión de tiempo que llegue a los responsables de negocio y estos soliciten algo parecido a los técnicos de esas aplicaciones anticuadas. En ese momento serán patentes sus limitaciones y la empresa deberá afrontar un cambio. Desgraciadamente, en pocas empresas se dará el caso de que el cambio sea provocado por el impulso interno y no obligado por las circunstancias externas.
Conclusión
En los próximos años, la información espacial de las empresas no solo será útil desde el punto de vista funcional, sino también desde el punto de vista económico. En la actualidad, de los tres factores que impiden la generalización de los SIG en las empresas (costes, utilidad y resistencia al cambio), los dos primeros deberían tener (y tienen) cada vez menos peso. Sin embargo, el tercero aún sigue existiendo en multitud de organizaciones y resulta un lastre que será necesario soltar en algún momento, cada vez más cercano.

Luis Alberto Hernando Laosa
Senior Study Manager
Azentúa